Parte I.
Mi objetivo en este artículo es compartir algunas ideas sencillas y prácticas sobre la rabia.
Hablaré en genero femenino, para no duplicar las palabras y facilitar la lectura.
Nuestra amiga la rabia. Esa maravillosa emoción.
En ocasiones tiene mala prensa, la reprimimos, escondemos o llevamos contra nosotras.
Otras veces la dejamos sola y descontrolada, llevando las riendas de la situación. Lo cual muchas veces, termina en malestar y conflicto.
En algunos casos, nos “engancha” la sensación de poder y control que nos otorga, y estamos en un bucle continuo de enfado e irritabilidad.
Hoy te propongo mirarla desde la perspectiva de la psicología.
Desde aquí, la rabia se entiende como una emoción natural y propia del ser humano, por lo tanto, con una función biológica y adaptativa.
Bien comprendida y gestionada, nos puede ayudar mucho en la aventura del vivir.
Sin embargo, luchar contra ella nos agota.
Intentar cambiar algo sin detenernos a comprenderlo también agota.
Si se apropia de nuestra vida y tiene el control de nuestros pensamientos y reacciones se puede convertir en fuente de malestar y problemas interpersonales.
Por ello, te propongo empezar a observarla con curiosidad y comprensión, buscando comprender los procesos que se desencadenan en el momento del enfado.
La rabia podría entenderse como un semáforo interior, una luz roja de alarma que nos avisa de que alguna necesidad no está siendo cubierta.
En nuestro interior detectamos alguna necesidad no atendida y nos enfadamos.
Es un proceso automático y muy rápido. Nos irritamos porque creemos que así nos protegemos y además, mandamos una señal al exterior para que nos ayude con la necesidad.
A veces, y esto es humano no te juzgues, con el enfado buscamos que el entorno cambie y se adapte a lo que necesitamos.
También nos podemos sentir amenazadas o evaluar que algo es injusto y ahí está la alerta del enfado, al rescate.
Aquí vemos su función más protectora y defensiva. Cuando hay un trato inadecuado hacia nosotras, el enfado nos ayudará a defendernos o a alejarnos de alguna situación perjudicial.
¿Qué necesidades pueden activar la alerta del enfado?
- Una podría ser la necesidad de ser reconocidas, en nuestras opiniones, necesidades, en lo que hagamos…
La necesidad de ser valoradas.
- Necesidad de que nos presten algo de atención, admiración. Que nos escuchen.
- Necesidad de descanso. ¿has notado que si estás más cansada te enfadas más fácilmente?
- Necesidad de tener razón en la visión que estamos compartiendo. Está relacionada con la necesidad de valoración y reconocimiento.
¿Puedes identificar situaciones en la que te has enfadado por estas necesidades, que en algún nivel, interpretabas como no cubiertas?
¿Detectas otras necesidades no satisfechas, detrás de algún enfado que no estén reflejadas aquí?
Te animo, papel y boli en mano, a escribir las situaciones más recientes que recuerdes, identificando que es lo que te enfadaba en realidad.
Esto va a entrenarte y a generar nuevas sinapsis, conexiones neuronales, para desarrollar tu capacidad de comprender lo que te sucede.
Cuando comprendes, se activan más áreas en tu cerebro.
Tienes muchas más opciones y recursos.
El enfado te ha dado la señal, luego a partir de ahí, puedes desarrollarte y hacer lo mejor para ti.
Te comparto otros dos factores que pueden estar en la base de nuestros enfados.
El primero es nuestra historia personal, nuestras memorias, que pueden jugar un papel relevante para entender las necesidades que percibimos no atendidas y que por tanto, más nos activan.
En el pasado también hay personas, referentes, que han sido modelos de aprendizaje en la vivencia de esta emoción.
¿En tu pasado hubo algunas necesidades no cubiertas que marcan que ahora seas más sensible en esos puntos?
¿Cómo se vivía la rabia en tu familia cuando eras pequeña?
El enfado te ayuda a descubrir.
Así puedes llenarte de aquello que necesitas, con tu crecimiento personal, sintiéndote más plena y menos reactiva ante lo que hacen los demás.
Puedes quedarte también con lo mejor de tus modelos, y a partir de ahí, desarrollar más estrategias que los enriquecen y mejoran.
El segundo factor son las creencias, hábitos de pensamiento que hemos desarrollado por influencia de la educación y experiencias vividas.
El hábito de la queja, el juicio y la critica nos ha rodeado desde niñas, es normal que esté en nuestros programas de pensamiento.
Estos pensamientos activan y retroalimentan nuestros enfados.
Detrás de la rabia, quizás observes también que hay algo que rechazas, no aceptas.
Esto podría venir de estos programas de pensamiento que la rabia nos ayuda a descubrir, permitiéndonos la posibilidad de transformación.
Te invito a observarlo para liberarte.
De nuevo puedes escribir para analizarlo con más profundidad y facilitar el aprendizaje.
Identifica si hay algo que no aceptas, que juzgas o criticas, detrás del enfado. Así puedes valorar si, flexibilizando algunos juicios o críticas, puedes ganar serenidad y tolerancia.
En sintesis, nuestra amiga la rabia, nos ayuda a defendernos si notamos algo injusto o abusivo que estemos viviendo.
Nos hace de termómetro del necesidades no satisfechas, para que al ser conscientes, nos cuidemos mejor.
Al identificarlo, podemos ganar poder personal al tener un papel más activo en cuidar de nosotras.
También nos da la señal del tipo de pensamientos que albergamos, dándonos la oportunidad de transformarlos si eso nos beneficia.
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