Parte II.
Nuestra amiga la rabia, esa maravillosa emoción.
Este segundo artículo complementa al anterior. La rabia nos puede aportar tanto en nuestro crecimiento interior, que se merece otro artículo (y mucho más).
En el primer artículo, compartía cómo la rabia funciona como un termómetro de necesidades no cubiertas.
Detectamos una necesidad insatisfecha y salta la alerta del enfado.
Esto es un faro de inestimable valor para detectar lo que necesitamos y así cuidarnos mucho mejor.
También ayuda a descubrir si hay pensamientos o creencias limitantes en relación a estas cuestiones.
Una necesidad muy humana es necesitar el reconocimiento, la valoración de las personas que nos rodean y son importantes para nosotras.
Ser aceptadas.
En tiempos ancestrales, cuando vivíamos en grupos allá en el Serengeti, ser reconocidas, tener un lugar en la comunidad era muy importante.
Si nos expulsaban del grupo era complicado sobrevivir. Eso sí que debía ser estrés.
Esto hace que en nuestras memorias más antiguas, hay un miedo al rechazo.
Esto nos conecta con la necesidad de ser validadas, reconocidas, para sentirnos bien.
Años y años después, a través de las generaciones, nos han educado en perpetuar esa búsqueda de reconocimiento y aceptación. Aquí no voy a profundizar más, esto solo es una pincelada.
Si observamos debajo de la alfombra de algunos de nuestros enfados, en ocasiones, encontraremos la necesidad de aceptación, reconocimiento, activada. Pulsando un “warning” mental y movilizando la energía del enfado para cubrirla.
¿Pero antes no habías hablado del miedo al rechazo? ¿Hay miedo debajo?.
Yo creo que sí, pero eso lo abordaré en otro artículo.
El enfado entonces nos lleva de la mano a cuidarnos en un aspecto interesante del crecimiento interior. La búsqueda de reconocimiento.
Es agradable y a todas nos gusta que nos valoren y reconozcan, por supuesto.
Pero aquí te invito a reflexionar sobre la importancia de buscar un equilibrio entre el reconocimiento que te das a ti misma y el que buscas en los demás.
El enfado te abre la puerta a trabajar de forma práctica, esta importante cuestión.
Te propongo, papel y bolígrafo en mano, a que al final del día, describas las situaciones o momentos en los que te has enfadado.
Rastrea después si en el fondo, necesitabas valoración, reconocimiento, aceptación o que te dieran la razón.
Si es así, enhorabuena, felicítate por tu honestidad y valentía al reconocerlo y tu claridad mental al detectarlo.
Recuerda que puede haber otras necesidades, no siempre esta será la causa.
Después, en otra folio, puedes empezar a escribir que pensamientos tienes que te llevan a no valorarte y a necesitar esa aprobación externa.
Empiezas a profundizar, a conocerte, para así liberarte.
Esta es la puerta para que vayas cuestionando esas viejas ideas que rondaban por tu mente y caminar hacia tu realización.
Otra cuestión que quería compartirte tiene que ver con el control personal.
Cuando nos enfadamos, ¿Has notado cómo perdemos el control, en el sentido de que lo que hace otro inunda nuestra mente y determina parte de lo que hacemos, pensamos y sentimos después?
Cuando creemos que “alguien nos enfada” permitimos que nuestra vida sea la consecuencia de factores externos, situaciones u otras personas.
La creencia de que son los demás los que “nos enfadan”, nos hace perder el control sobre sobre nosotras y nuestra vida.
El enfado es una emoción que está en nuestro registro de humanos, tenemos ese programa de respuesta. Nadie lo activa, si no damos nuestro permiso interior.
Para empezar a recuperar la regulación emocional y el poder personal, te propongo el último ejercicio.
De nuevo al final de día y por escrito, anota cuántas veces reaccionas ante estímulos externos.
Registra los momentos. Después tacha cada uno y escribe al lado “yo elijo como reaccionar ante las situaciones” con un bolígrafo de otro color.
Llegamos al final del artículo.
Gracias rabia, nos ayudas a comprender y trabajar estas importantes cuestiones.
Gracias rabia, nos ayudas a cuidarnos mejor, valorarnos por nosotras mismas y a no ceder nuestro control personal.
Quizás ella nos susurra desde el fondo de nuestra mente, gracias por reconocerme y darme un lugar, he cumplido mi función, ya puedo calmarme.